Como nos abandonan los maestros

Existen dos clases de toreros: aquellos que mueren una tarde sobre las 5 o aquellos maestros que se retiran a los 60 y tantos, con todavía coletilla y pelo, la cabeza alta y la seguridad de haber dado entrañables tardes de toreo. José encaja en este segundo grupo.

Sobrevivir a constantes cornadas no es tarea fácil. Los cicatrices van calando y si no se curan pertinentemente la sangre puede refluir en cualquier momento. Como los grandes maestros, José se ha hecho de acero: la templanza se ha convertido en su mayor virtud. Le doy gracias por haberme enseñado todo esto y sobre todo por mentalizarme que en ocasiones las cornadas duelen menos que los comentarios de apoderados. El público juzgará al torero.

Los grandes maestros son también aquellos que dejan discípulos. Me considero modestamente uno de ellos. Con el capote de Traken o con el teléfono, me enseñó a lidiar correctamente con los mihuras anunciantes y sobre todo a ser paciente cuando el toro es malo.

No menos importante. Los buenos maestros lo demuestran tanto en el ruedo como fuera de la plaza. Si de humanismo hablamos José se lleva la palma. Nunca me gustó lo del "padre Herrera", así que lo calificaré de "maestro José". Mi último correo te lo dedico:

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Estimado Maestro,

Quisiera informarle de que he revisado su último correo sobre unas sillas vacías. Entiendo su preocupación porque algunas caras faltaran a la noticia de despedida. Debido a la extrema orientación al trabajo y al periodo vacacional, muchos de los invitados estuvieron ausentes. No obstante, he revisado su caso y permítame confirmarle que sus amigos y compañeros son conscientes y aparecerán en este blog en cuanto se vayan actualizando con la noticia de su marcha.

Por otro lado, permítame explicarle que voy a echarle de menos. Si todo esto no le ha servido por favor, pongáse en contacto con nosotros a través del correo. Por cuestiones de costes, los clientes de Australia sólo son atendidos desde Hidebarad.

Atentamente,

Un discípulo de AdWords.